Vivimos en un mundo que insiste en etiquetarnos: fuertes, valientes, felices, seguras—¡o una combinación de todo esto! Pero al llegar a los 50, muchas descubrimos algo profundo: la plenitud no está en ser esa versión "perfecta" que otros esperan, sino en abrazar y aceptar cada uno de los contrastes que existen dentro de nosotras.
Sí, somos fuertes, pero también somos vulnerables. Luchamos con valentía y a veces hasta con dureza, pero dentro de esa misma fuerza habita la fragilidad. Nos mostramos firmes ante el mundo, aunque en momentos de silencio sintamos el peso de las lágrimas retenidas.
Sí, somos valientes, pero también sentimos miedo. Nos esforzamos por mantener una sonrisa hasta en los momentos más dificiles, pero en muchas ocasiones también enfrentamos sentimientos de duda.
Reconocer y hacer espacio para estas dualidades es lo que nos permite vivir en paz y plenitud.
La verdadera esencia de una mujer íntegra no reside en eliminar o negar aspectos de nuestro ser que consideramos negativos, sino en aceptar que todos esos elementos forman parte de un todo complejo y valioso. Cuando nos damos cuenta y aceptamos que es natural tener virtudes y defectos, y ambos son el resultado de nuestras experiencias de vida, comenzamos a liberarnos de ese conflicto interno que tantas veces nos atrapa.
La naturaleza misma nos enseña que la dualidad es parte del equilibrio. El día y la noche, el frío y el calor, la lluvia y el sol: todos estos contrastes no solo coexisten, sino que se complementan. Sin la oscuridad de la noche, no apreciaríamos la luz del día. Sin el frío del invierno, la calidez del verano no tendría el mismo significado. De la misma manera, en nuestro interior, la alegría y la tristeza, la confianza y la inseguridad, coexisten para darnos un sentido completo de la vida.
Se que suena más sencillo decirlo de lo que es en realidad, pero la verdad es que las mujeres que logran vivir plenamente son aquellas que han aprendido a aceptar esta dualidad interna. En lugar de pelear contra su verdadera naturaleza, la aceptan, reconociendo que su valor no reside en ser perfectas o unidimensionales, sino en ser completas y complejas. Al igual que en la naturaleza, donde cada elemento tiene su lugar y su propósito, dentro de nosotras, cada emoción, cada pensamiento, tiene un rol que cumplir.
Aceptar nuestros contrastes no significa conformarnos con nuestras imperfecciones, sino entender que son parte de quienes somos y que pueden y deben ser cultivados con amor y compasión. Esta aceptación nos permite, al final del día, concentrarnos en lo que realmente nos sirve para ser la mejor versión de nosotras mismas, mientras reconocemos aquellas partes que necesitamos trabajar, pero sin castigarnos por ello.
Mi invitación de hoy es clara: ¡dejemos de luchar contra nuestra verdadera esencia! Aceptemos nuestra dualidad, abracemos nuestra complejidad y descubramos la paz que surge cuando nos damos permiso de ser tal como somos.
Porque es en ese espacio de aceptación es donde realmente logramos florecer, como el día que emerge de la noche o la primavera que sigue al invierno. Así es la naturaleza, y así también somos nosotras, querida amiga de 50ymás.
“La experiencia no es lo que te sucede, sino como tu interpretas aquello que te sucede.”- Aldous Huxley, novelista y ensayista inglés
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